Proclama.

En este día,
En este tiempo,
He vuelto a escuchar
Esas antiguas voces que ya
Fueron derrotadas y dejadas en el vacío
Por la ira melancólica de mi noche a media luz.
Sin embargo,
Algunas sombras que no sucumbieron
Ante la espada tenebrosa e impasible
De mi tormentosa prosa,
Persistieron en sus orgullos,
Al igual que gritos moribundos
Desvaneciéndose en el humo
De mi cigarro mal oliente,
Como ruidos dispersos
Quedados en el aire irrespirable.
Me repito entre copas y desganos
Que ya no es el momento
De cantos floridos a las lunas llenas.
Que ya no hay oportunidad
Para los himnos repetidos
Que repletan nuestros días y nuestras noches.
¡Hoy es el día de la palabra nueva!.
De cantar a las tormentas desconocidas
Que se avecinan en los horizontes de esta tierra.
De recitar los mil nombres de la guerra.
De describir la furia del hombre
Que yace escondido
En la tinta de mi última letra.
Es hora de sacar la voz y no de entibiarla
Con melodías cancinas y estrechas.
Es hora de perderse en la locura irrepetible
De la única vez,
Y no seguir el lánguido paso del gentío.
Existen dioses que esperan el turno de su elocuencia,
Que estallan en el silencio de su calamidad.
Y están los otros,
Los Profetas,
Aquellos que nos regocijan
Con sus cuentos de malabaristas insidiosos.
¿Será su verborrea añeja
La mejor acción de la historia?.
¿Será la mentira en sus relatos,
El canto de esta nueva era?.
Espero que los escuchen,
Solo los que los escuchan.
Excéntricos de lo inentendible.
Espero que los sigan,
Solo los que los siguen.
Flautistas encantadores de serpientes.
Pero recuerden siempre,
Con un fecundo miedo en los huesos
Que en el silencio,
Eterno y tranquilo,
Algunos emperadores de las guerras del ayer
Nuevamente proclaman
Que han vuelto a ser los dioses de todas
Las magníficas edades.
Rafael Toro
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