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Poeta del fin del mundo

Invierno

Invierno

“La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello; la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.”

 (Thomas Mann, Capítulo Tres, La Muerte en Venecia)

 

En invierno,

El escaso sol que tímidamente se arrima

Sobre las espaldas de las nubes,

Pretende templar

Mis ojos con sus rayos de fuegos encendidos,

Que al igual que los cometas muertos que caen al mar,

Apenas golpean mis persianas baratas.

Sé que conmigo,

Su ímpetu no es suficiente

Y que el traicionero calor de sus brazos

Llega en multitudes de lava a otros rostros.

El hielo y el entumecimiento viven en mis pies,

Y como los príncipes de las más blancas nieves

Humedecen mis pasos cansados de piedra y sudor.

En invierno,

No hay trincheras de fuego que resguarden mi cuerpo

Y mis pretendidos engaños

No me pueden ocultar de su cruel ánimo.

La lluvia,

Su gran aliada,

Avergüenza a mis ojos con manantiales

De finos dedos recorriendo mi ventana,

Que al igual que pinceles en manos de fantasmas,

Se deslizan,

Como en una tela virgen,

Dibujando tristezas,

Saladas lágrimas que se pierden en mi boca.

El viento golpea mi puerta

Mientras sus pequeños soldados

Desparraman las cenizas de mis letras en hojas blancas.

Y escribo.

Y mis palabras son holocaustos en esta soledad.

El invierno es perpetuo.

Los días son edades sin control,

Inmensas mareas de tiempos infinitos

Que avanzan y revientan en mi cara,

Dejándome somnoliento,

Para volver,

Una y otra vez,

A su implacable cabalgata de idas y vueltas.

En invierno,

La soledad me susurra al oído que he sido su mejor amante.

A veces,

Es ella quien entibia mi cama por las noches,

La que persigue mi aroma en las mañanas.

Su mirada me dice que su devoción es eterna.

Sus labios me gritan su obsesión 

Cuando sus negros besos llegan

A mi boca sin respuestas.

Pero,

Como las tempestades que azotan el horizonte

Y que luego caen rendidas ante el sol,

Sé que el invierno termina.

Mi piel recordará el calor tibio de otros tiempos,

La lluvia se esconderá,

Retrocediendo,

Como una cobarde bandida,

A su fría casa en las montañas de nieve

Y la soledad,

Como embustera amiga,

Simulando ser un secreto perdido

En la esperanza de mejores épocas,

Esperará la nueva venida de las escarchas del invierno

Para entrar una vez más en mis silencios.

Rafael Toro.

Desesperación

Desesperación

DESESPERACIÓN

 

En la ignominia del comienzo,

Ya era débil,

Cuando alcance a reír con mil risas,

Cuando canté felicidad

Con esta voz arrogante.

No siempre creí en el destino,

Ni esperé quitarme de encima

Esta desgracia que me persigue

Como río tormentoso

Que pretende alcanzar su mar.

¡Oh vida!,

¡Dime!,

¿Dónde está mi mar?,

¿Dónde puedo reposar estos pies?.

¿Qué redención,

En playas

De blancas arenas

Espera el calvario de mi tranquilidad?.

Ya no quiero seguir corriendo

Tras las polvaredas

Dejadas en los caminos que no me llevan

A ningún lugar.

Recuerda que

El aire huye de mí

Y ha renunciado,

Cobardemente,

A concederme

El soplo benigno de sus tiempos.

Me aniquila el sollozo

Que he dejado atrás,

Como sobras de un festín

Al cual no fui

Elegantemente invitado.

¿Eso es?.

¿No fui suficiente para estar

Entre tus agasajados?.

¿Soy tu error,

La vergüenza de tu infinita creación?.

Dime vida,

¿Dónde está mi mar?.

Olvida la petulancia

De tu reinado

Y no desprecies esta súplica

Que ya está embriagada de los

Aromas de tu enemigo.

Pero,

Un último intento es suficiente.

Y te pido,

Aún tuyo,

Casi no,

Que no escondas

Entre tus sombríos secretos

La paz de tu voz,

Porque mis manos cansadas

Y desesperanzadas

Todavía la pueden detener.

Rafael Toro.

Infierno

Infierno

INFIERNO

 

Estoy en el camino de tierra negra,

Dando pasos en este oscuro suelo

Que salpica su polvo en mis pies pequeños.

No sé dónde me dirijo

Y si llegaré a algún lugar tranquilo.

No hay cansancio aún,

en mi cuerpo maltrecho,

Pero sé que se aproxima el ocaso.

No veo luz alguna

Y mis ojos no distinguen estas manos secas

Que me duelen de tanto palpar el vacío.

La noche es eterna en este paraje sin sol,

Sin brillo

Y no veo señas de otros como yo.

Los sonidos se han extinguido por completo

Y puedo sentir la nada que atraviesa mi piel

Como espada de muerte.

Los recuerdos se pierden despedazados

Como destellos fugaces que perecen

En la negrura de la soledad infinita.

Los pensamientos pasan sin prisa

Y la incertidumbre domina mis decisiones.

En este mundo olvidado,

Me he convertido en un espejismo de mi sombra

Y desesperado,

Reposo sobre esta oscura tierra

Deseando

Que los fieles sirvientes

De la vida o de la muerte

Se presenten

Y reclamen los despojos de mi alma.

Rafael Toro.

Los demonios de la noche.

Los demonios de la noche.

LOS DEMONIOS DE LA NOCHE

 

Cuando el sol se hunde en el horizonte

Y el fulgor de la oscuridad nos repleta

Con sus sombras vestidas infamemente

De tranquilidad,

Los demonios de la noche

Comienzan su caminata

Buscando nuevas vidas para atormentar.

Se escabullen en los rincones más oscuros,

En los más desolados.

Trepan todos los muros y tienen las llaves de cada puerta.

No hay lugar en el mundo que pueda escondernos

De sus terribles deseos,

Ni manos que nos aten a la tierra

Si sus ojos nos encuentran.

La compasión ya la han olvidado

Y la tregua es una palabra que les sabe a derrota.

¿Has sentido alguna presencia en habitaciones solitarias?.

¿Has caminado sólo en la noche, escuchando débilmente

pasos de pies invisibles que te siguen?.

¿Has despertado a mitad de la noche, sobresaltado,

con el sudor atravesado en la garganta,

mientras unas pequeñas risas se pierden en la soledad del vacío

impenetrable de la oscuridad más cruel?.

Entonces,

Ten cuidado.

Los demonios de la noche

Se han interesado en ti.

Rafael Toro.

¡Oh Loco, Oh Poeta!

¡Oh Loco, Oh Poeta!

“Nunca abandona la esperanza al hombre que piensa en miserias. Ávida, su mano escarba la tierra para hallar tesoros, y se da por muy satisfecho con encontrar un gusano.” (Fausto, Primera Parte de la Tragedia, La Noche, Monólogo de Fausto -En una habitación de bóveda elevada, estrecha, gótica, está FAUSTO, sentado delante de su pupitre- Johann Wolfgang Goethe.)

Si pudiera ser poeta

Y las insignias de la sensibilidad

Adornaran mis vestimentas,

- Cual partitura insolente

Por músico sordo interpretada-

Tocaría todos los instrumentos del mundo,

Hablaría en cualquier idioma,

Escribiría con alegría

Y una luz azul se posaría en mis ojos.

Pero,

No soy lo que pretendo

Y espero convertirme

En un solitario

que cante a las estrellas,

las que al igual que doncellas

en su plenitud,

Muestran tímidas

Sus pudores

A estos ojos imberbes.

Si lo logro,

Recitaré alabanzas a la luna,

Cantaré a las olas,

Descalzo,

Sobre la fría arena

Y dibujaré con palabras

La belleza habida en las cosas

Que solo yo puedo ver.

¡Qué hubiese dicho Rilke de estas palabras.!.

¡Qué sermón añejo me hubiese recitado explicando

cómo se le canta a los

sueños de mujeres enamoradas.!.

¡Cuántas deidades iniciaron su camino

como en aquél

por mí ahora transitado!.

¡Cuántos muertos son recordados

por sus letras que no dicen nada.!.

¡Que fastidio!,

Ya no quiero ser poeta,

No quiero ver las cosas como ellos.

¿Seré quizás,

tan poco común,

tan poco trivial,

que no pueda confundirme en la muchedumbre,

Mimetizarme y pederme en el gentío,

Entre todas esas voces

Que me piden silencio.?.

Tal vez así sea,

Y a pesar de los mundos que están

En mi contra,

No pueda detener este espíritu de

Poeta de la noche.

Y las odas que hay en mí

Broten de esta piel

Como el sudor que desprecio. 

Rafael Toro.

 

 

Canción desesperada.

Canción desesperada.

No juzgues esta poesía escasa

Ni mis lunas en la noche.

No te rías de mis bochornos,

De mis pesares,

De mi dolor pausado

Y de esta respiración que me brota

Como suspiro de entierro.

No me cantes olvido

Ni me lastimes

Con la ausencia de tu voz.

Rafael Toro.

Automoribunda

Automoribunda

Más que imbécil,

Soy anónimo.

Absolutamente carente de mí.

Sin sombra y sin aliento.

La esperanza se ríe de mi rostro

Y la angustia me besuquea el corazón seco.

Una vez en la vida fui feliz

Y ya lo olvidé.

Ni pasado tengo, ni futuro espero.

Ya me duelen los pies de tanto

Caminar sin rumbo

Y si lo encuentro,

Sé que lo perderé.

Si me convenzo,

Me retracto,

Y así y todo,

Sigo pensando lo mismo.

Hasta el temor me evita

Si creo tener miedo.

Ni la muerte me espera

Y el descanso me agota.

Pero,

¿Importa algo lo que diga?,

Quizás sí,

Y me prometan ayuda urgente

Y no me la den.

Rafael Toro.

Espero que veas fantasmas por las noches

Espero que veas fantasmas por las noches

ESPERO QUE VEAS FANTASMAS POR LAS NOCHES

 

Espero que veas fantasmas por las noches.

Que el descanso de tus días de sol

Termine con los rayos de tu placer indolente

desparramando su brillo 

en el atardecer de nuestras

-esas queridas-

frías olas del mar de Agosto.

Ojalá que la ingratitud del infierno

Agite sus ansias de horror

Con solo recordar tu nombre

Y que las llamaradas del averno

Sean lentas y afiladas dagas

Adentrándose,

Cual insufribles tormentos de carne,

En todos tus espacios.

Si la calma llegase a cobijar

Los fríos en tu cuerpo

De señor muerte,

Darles,

A los no muy gentiles predicadores

De llantos,

La oportunidad de visitar tus sueños. 

¡Pesadillas!.

¡Que insuficiente condena!.

¿Ha de ser mi ansiedad sobre ti suficiente.?.

¿He de pecar y ser castigado por perseguirte.?.

Solo quiero que veas fantasmas por la noche.

Y si no logro que el castigo merecido

Llegue a derribar tu alma,

Espero que todas las palabras

Tristes escritas en la historia

Se conviertan en verdaderas plegarias,

En rezos negros indómitos,

En injustos ejércitos conquistadores,

Sedientos de odio, 

Que logren que de tus ojos pendencieros,

Nazcan lágrimas que se rían de tus cuidados.

Nada más pido,

Que solo por una vez,

veas fantasmas por las noches.

Rafael Toro.